sábado, 15 de diciembre de 2007

Joan Manuel Serrat




Se supone que la introducción de un libro se escribe para aclarar el motivo principal del mismo. En este caso la explicación es evidente y natural: profundizar en la excelente y prolífica obra de Joan Manuel Serrat. El lec­tor también hallará un Semblante biográfico rigurosamente documenta­do, en el que se recogen más de veinticinco años de la carrera artística del «noi» del Poblé Sec. Desde que Serrat irrumpiera como aire nuevo en el movimiento de la Nova Canco, acompañado de un puñado de emotivas canciones, crítica y público mantienen sus elogios cada vez que éste publi­ca un nuevo disco en el mercado. ¿De qué extraña dádiva está dotado este catalán universal para seguir fascinando a la concurrencia? Quizá su ma­yor acierto como cantautor y poeta, reside, a mi modo de ver, en esa peculiar configuración para erizar la piel del oyente, transmitiendo agradables sen­saciones con esa efusión que su garganta desprende. Serrat le canta a la naturaleza, al amor, a los niños, a los mayores y a los poetas. Denuncia los problemas sociales, las injusticias y a los opresores, con una honradez más que deseable. Sin embargo, nos encontramos con dos cuestiones fijas en la narrativa musical de Joan Manuel: la infancia y la adolescencia como una edad prodigiosa e irrepetible a la que todo hombre adulto —yo también me incluyo-, desalentado por los tiempos que corren, anhela perpetua­mente regresar. Y por otro lado, la preocupación por las graves catástrofes ecológicas —que según síntomas recientes tienden a empeorar— que el hombre -falto de sentido común— podría evitar. Nuestro mar está sucum­biendo día a día en una inmensa y pastosa marea negra; y en muchos pun­tos del globo en los que hasta hace muy poco tiempo los rayos del sol se dibujaban en el verde y transparente mar, ahora predominan paisajes desérticos y fantasmales. ¿Vivimos tiempos insensibles a las tareas de mante­nimiento de la natura? ¿No es cruel advertir nuestro Mar Mediterráneo convertido en un 'Mare Porcum'? En cualquier caso ocurre que aquel mu­chacho que un día le cantó con alegría a su mar, ahora, consciente de un drama anunciado, le llora con sentimiento: Miradlo hecho una alcantarilla, herido de muerte.I Cuánta abundancia,! cuánta belleza,! cuánta energía (¡ay, quién lo diría!)/ echada a perder./ Por ignorancia, por imprudencia,/por in­consciencia y por mala leche*. Es sorprendente comprobar la habilidad —quizá se podría hablar de maestría— con la que Serrat potencia su capaci­dad de atracción a la hora de narrar en sus canciones los buenos y malos conceptos de la vida, con la única ayuda del lenguaje. Pero no crea el lector que la inspiración se le presenta de improviso al cantautor. El proceso que aplica Joan Manuel para componer sus temas es amplio y esmerado; para ello se ayuda del diccionario y de su hermano pequeño: el léxico de sinó­nimos; ya que en el sugestivo terreno del idioma patrio, el seguir obteniendo nociones que toda persona necesita -incluso el más sabio lo hace-, enno­blece la propia cultura. Es por eso quizá que los textos de Joan Manuel Serrat sobresalen del actual panorama musical; en el que las cuestiones de provecho en el mensaje de las canciones, brillan por su ausencia.

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